«Il n’y a pas de grandeur sans un peu d’entêtement» Albert Camus
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Tras la extensa intervención de Pérez-Borbujo, le tocó el turno a Jean-Louis Meunier, de la Université Montpellier III y la de Nîmes. M. Meunier es un reconocido especialista de la obra camusiana desde los años 90, así como organizador (desde el año 2000) y Presidente (desde 2010) de las Rencontres camusianas que se celebran cada octubre en Lourmarin. Una labor, esta última, que realiza para placer de muchos junto a Franck Planeille y Florian Bouscarle, entre otras personas, y que deseamos que así sea durante mucho tiempo.
A nadie debe extrañar que la participación de M. Meunier fuese una demostración del conocimiento y el amor que tiene por la vida y obra de Camus. Respecto a la tesis destacó la vinculación entre Camus y Henri Bergson: al encontrarnos en la obra de Camus con nociones como «vida», «tiempo de vida» o «duración», «intuición», «razón»… todo cobra un brillo novedoso al interpretarlas en clave bergsoniana. La dificultad estriba en concretar el (des)acuerdo de Camus con la propuesta de Bergson (un Camus, por ejemplo, que ve en la novela un potencial epistemológico que Bergson sitúa en un escalón subalterno dentro de una jerarquía que domina la Filosofía). Gracias a ello, se certifican dos cuestiones que se barruntan en los primeros capítulos de la tesis: la existencia en la obra de Camus (una existencia deliberada por él mismo) de un objeto filosófico: ese objeto sería la «vida», la vida concreta humana, definida por su tiempo defectuoso –la durée–, de intensidades variables, la vida como un surtidor de novedades; y la existencia de un método para aproximarse a ese objeto: un irracionalismo o vitalismo que bebe críticamente del método intuitivo propuesto por Bergson.
Por otra parte, M. Meunier subrayó la verdadera originalidad de la tesis a la hora de demostrar el peso tan fundamental que tiene en la obra de Camus el término, convertido en concepto filosófico, de lo desgarrado. Un término que Camus usa en infinidad de ocasiones y de manera sustancialmente significativa. Es en toda la primera parte de la investigación donde se perfila qué entender por lo desgarrado camusiano: se distingue por ser dilemático, o sea, por evocar un objeto cuya continuidad (o plenitud) ha sido afectada violentamente por la actuación de dos fuerzas contrarias e irreconciliables entre sí. Se trata por tanto de una disyuntiva en la que el objeto mismo está implicado, pero que es irresoluble (ni se rompe en dos, ni se re-úne, ni se destensa). Por tanto, ese objeto «está siendo desgarrado» o está «en desgarramiento«, y no puede decirse que «haya sido ya desgarrado». Este desgarramiento, en la obra de Camus, se dice en último término de la vida. Es decir, la vida, el objeto filosófico de la obra camusiana, se define por lo desgarrado. Para comprender, en general, la vida, podemos visualizarla como la interrelación constante (en experiencia-s) de hombre-mundo. Para comprender, en concreto, la vida desgarrada o en desgarramiento, en esa interrelación el hombre ha de participar con revuelta y el mundo ha de mantener su enigmaticidad. Sobre la revuelta camusiana hay mucho escrito, por lo que la investigación repara bastante más en el otro aspecto con un análisis ontoepistemológico de la cosmovisión camusiana.
Así llegamos, por último, a las palabras de Teresa Oñate y Zubía. Teresa Oñate es Catedrática de Filosofía de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), especialista en cuestiones de Ontología Hermenéutica, con una gran cantidad de publicaciones a sus espaldas, investigadora principal de ONLENHERES y cofundadora de la Cátedra HERCRITIA. Oñate subrayó el grato impacto que le produjo conocer las conexiones tan originales que, de manera más o menos explícita, señala la tesis entre las filosofías de Camus y Nietzsche, Heidegger o Deleuze (considerando la posibilidad, en este último caso, de que Camus sea precursor de Deleuze). Por todo ello, destacó los temas tratados en la tercera y última parte de la tesis: el ya mencionado análisis de la cosmovisión camusiana y el de la vida en desgarramiento. Respecto a la relación habida con Nietzsche, Oñate aludió a sus seminarios sobre «Los hijos de Nietzsche», donde parece que, a partir de ahora, Camus tendrá cabida por derecho propio. De las tres conexiones mencionadas, la que hay entre estos dos autores es la más estudiada; sin embargo, esa conexión nos hace mirar a Heidegger (al segundo al menos), como indicó la misma Oñate. Sobre ello apuntaremos aquí simplemente que la enigmaticidad del mundo en Camus se cifra como resultado de una conjugación inconcluyente entre Naturaleza e Historia…
Volviendo a Nietzsche, la tesis trabaja con las influencias en Camus de su amor fati y de su noción de nihilismo. Para ello es clave comprender que en la cosmovisión camusiana existe siempre un límite entre el mundo y el ser humano. Ese límite separa el mundo en dos regiones ontoepistemológicas: el mundo en sí, que es siempre irrazonable, significante irracional o cargado de enigmaticidad; y el universo, que es razonable, que hace las veces de reino o terreno amurallado y familiar para el ser humano, que lo protege de (y conecta con) la ininteligibilidad del mundo en sí (y, por extensión, de la vida misma), pero que también es plural y subalterno. Estas regiones interrelacionan entre sí y con el ser humano que las vive: el universo sirve de filtro, de «ánimo», para contemplar el lejano e irreductible mundo en sí; el mundo en sí es lo real e inasible que nos rodea, que ofrece los tonos y los contornos que el universo trata de hacer suyos. De hecho, esta división, que ya está en el mismo «Mito de Sísifo» (primer ensayo filosófico de Camus, centrado en la absurdidad), es clave para comprender que Camus aboga por la irrazonabilidad del mundo en sí, y eso combina perfectamente con la absurdidad y con la com-unión (el amor) de los universos. Algo irrazonable es aquello de lo que no puede concluirse su sentido puesto que no lo podemos analizar. Por el contrario, decimos que algo es absurdo cuando tenemos la capacidad de analizarlo y concluimos que no tiene sentido. Por tanto, tomando como referente a Nietzsche, podemos afirmar que Camus busca superar el nihilismo, pero no el absurdo, puesto que Camus trata de mostrar que «si hay absurdo, es en el universo humano», no en el mundo en sí (que es irrazonable, es decir, inconcluyente), ni, por extensión, en la vida. Además, la revuelta no supera ningún estado de absurdidad, sino que, muy al contrario, es necesaria para que haya absurdidad (al menos en sentido camusiano). La revuelta se enfrenta al nihilismo o a las tendencias nihilizantes. Según Camus (según la tesis), se cae en el nihilismo al eliminar toda traza de enigmaticidad en el mundo, o, dicho al revés, al identificar completa y esencialmente al mundo en sí (y, por extensión, la vida) con un sentido claro (ya sea uno absurdo o contingente, ya sea uno natural, ya sea uno sobrenatural, ya sea uno histórico, ya sea uno incluso supersticioso). Contra ello es contra lo que pelea la filosofía camusiana. La vida es implicación constante, abierta, tan nostálgica como ávida, dinamizante e irresoluble, entre ser humano y mundo. Por eso podemos considerar con Camus que la vida es desgarrada o lo uno desgarrado. Es una, no está escindida en dos, ni dominada por una sola de sus partes (ni por la voluntad humana, ni por un sentido esencial del mundo), sino que sus elementos se interpenetran, pero no lo hacen ni lo pueden hacer limpiamente…
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Pararé aquí. Siento la extensión. Siento dejarme otros comentarios en el tintero (sobre las consideraciones de Naturaleza e Historia en Camus, por ejemplo). Siento no desarrollar los puntos flacos de la tesis (revisión crítica de la historia de la filosofía según Camus, una teoría de la imagen…). Siento no desarrollar tampoco temas que se derivan de esta investigación (como, por ejemplo, la idea del cuarto e inédito ciclo camusiano –Sistema, Creación corregida y Muerte– en relación con el desgarramiento). Siento no acabar por soleares. Acabaré, sin embargo, con una anécdota personal y que responde a una pregunta habitual: ¿qué se le pasa por la cabeza a un doctorando durante la Defensa? En mi caso, música. No fue lo único, evidentemente. Podría decirse que cuando no estaba centrado en elaborar mi discurso, o en atender las sugerencias, o en retener lágrimas y otros gestos de emoción, eso (la música) fue lo que más me sorprendió. Después de los primeros e inciertos minutos de mi exposición, por momentos, una amalgama de canciones subía y bajaba caprichosamente su volumen, mezclando cosas de Pink Floyd («Animals» especialmente) y de Alan Parsons (sobre todo, tuve la sensación de estar reproduciendo «Eye in the Sky»). Parecerá baladí, y puede que lo sea, pero no me resistía a compartirlo por aquí, ni dejo de reconocer en ello algo sintomático: era buena señal, estaba donde quería haciendo lo que quería. Como aquí y ahora.
Buenos días, para un proyecto literario estoy recopilando bibliografía sobre Albert Camus. Esta tesis me va a resultar muy útil.