(I) Crónica de una tesis anunciada: Sobre el desgarramiento filosófico en Camus

En el centro Alberto Herrera; a su izquierda Hélène Rufat y Fernando Pérez-Borbujo; a su derecha Teresa Oñate y Jean-Louis Meunier.

El pasado 8 de julio de 2021, Alberto Herrera Pino defendió en la Universitat Pompeu Fabra (UPF) su tesis 

«Lo desgarrado en la obra de Albert Camus. Investigación ontológica del pensamiento filosófico camusiano».

La calificación: Sobresaliente, «cum laude» y propuesta para Premio Extraordinario del Doctorado en Humanidades. Esta calificación fue otorgada por los miembros del Tribunal: Teresa Oñate y Zubía, Fernando Pérez-Borbujo y Jean-Louis Meunier. Todo un lujo en el Tribunal. Todo un lujo en la Dirección.

Se trata de una investigación que, expresamente, arranca en 2013, bajo la dirección de Hélène Rufat (Titular de la UPF y Presidenta de la Asociación de Estudios Camusianos en España, AEC). La idea de la tesis nace de su anterior Trabajo de Fin de Máster (2012), donde plantea como hipótesis la existencia de un fundamento filosófico constante y unificador en toda la obra de Albert Camus que se correspondería con cierta sensibilidad desgarrada. La tesis extrae el contenido y las implicaciones de ese fundamento conceptualizando lo desgarrado mismo, un término y una idea tan habituales en la obra de Camus como desapercibidos hasta ahora.

Antes de proseguir, me siento en la obligación moral de confesar que el autor de la tesis es quien escribe la presente crónica, pero en calidad, eso sí, de Secretario de la AEC. Asumo (asuman) que no podré tomar el tono de un testigo objetivo. Por eso mismo, esta crónica quiere ser también, y sobre todo, una muestra de agradecimiento. De otro modo no sería capaz yo mismo de reproducir los elogios que recibió mi investigación por parte del Tribunal. El agradecimiento es extensivo a socios y socias de la AEC, ya que la tesis ha convivido con los orígenes de nuestra Asociación y, de hecho, varios y varias asistieron al acto de Defensa, presencial o telemáticamente.

El acto de Defensa tuvo una duración cercana a las cuatro horas, síntoma del ambiente en que transcurrió (tan distendido como la solemnidad de un evento así permite) y de la buena acogida de la tesis (por contenido y forma). Los tres miembros del Tribunal coincidieron en valorar la riqueza de temas tratados, la claridad expositiva predominante, el vasto conocimiento de la obra camusiana, la originalidad y la valentía de la propuesta… No faltaron las recomendaciones de mejora ni las indicaciones sobre varios inconvenientes. A continuación, para ofrecer una imagen algo más precisa de lo que se puede encontrar en la tesis, destacaré (en esta publicación y en una segunda parte) algunas de esas observaciones del Tribunal.

En primer lugar, Fernando Pérez-Borbujo, Titular de filosofía de la UPF, comenzó destacando que esta tesis al fin cierra toda discusión sobre si Camus es filósofo. Este cuestionamiento lo puso negro sobre blanco Brochier, allá por 1970, menospreciando la profundidad y la estructura del pensamiento camusiano, tildándolo de filósofo para bachilleres. Como señaló el propio Pérez-Borbujo, si bien desde los años 90 esa discusión estaba siendo ganada a favor de la valía filosófica camusiana, aún seguía abierta. Según el Titular de la UPF, muy posiblemente ese debate no se había cerrado porque ningún trabajo había demostrado que Camus hace Ontología (como defiende la tesis) o Metafísica (en un sentido más amplio). Pues bien, ése es precisamente el cometido general y uno de los grandes logros de la tesis. ¿Por qué se cierra así el debate? Recordemos la definición que sostuvo Aristóteles de lo que se conoce como Metafísica: «ciencia que estudia el ser en tanto que ser y los accidentes propios del ser. Esta ciencia es diferente de todas las ciencias particulares porque ninguna de ellas estudia en general el ser en tanto que ser». Por esta razón, se trata de la filosofía primera, ya que es necesaria y anterior a todos los otros campos del saber que, sin embargo, se fijan en un modo particular de ser (es decir, si se fijan en algo en tanto que ser vivo, se hace Biología; si por el contrario estudian lo que fue o lo que es del pasado, se hace Historia; y lo mismo ocurre con la Física, la Sociología, la Filología…). Por tanto, esta tesis indica que Camus no hace solamente filosofía(s) segunda(s), sino que va a la raíz y reflexiona sobre el ser mismo (hace Ontología o filosofía primera) para, ¡también!, aplicar en consecuencia sus resultados en diferentes campos particulares más o menos urgentes (Moral, Política, Antropología, Estética…). Dado que la notoria y principal motivación de Camus no fue la abstracción «per se», sino que, en cierto sentido, se le ha de considerar un filósofo de la acción, sus escritos centran la atención en estos modos particulares de ser, en estas filosofías segundas. Quizá por ello no se interprete habitualmente la propuesta de Camus como una filosofía primera, es decir, como un pensamiento filosófico resueltamente fundamentado, radical y estructurado (y quizá por ello se mantenía aún la duda sobre la valía filosófica camusiana).

Siendo esto así, la tesis puede comprenderse como una vivisección de la obra camusiana para ofrecer a la vista las conexiones ontológicas más o menos ocultas que, sin embargo, han sido colocadas allí y en ese orden por el propio Camus siguiendo un deliberado plan de elaboración. Por otra parte, la tesis parte de la inadecuación de interpretar la obra camusiana como una filosofía existencialista (ni la obra general, ni siquiera una de sus etapas o ciclos), aduciendo que tratar de encajar la obra camusiana en el existencialismo es, tal vez, el principal motivo por el que Camus no se libraba de ese debate. Por el contrario, la tesis encuentra el marco de sentido filosófico camusiano (o la corriente a la que adherirlo) en las filosofías de la vida, vitalistas o irracionales. Todo ello, y otras cuestiones similares, llevaron a Pérez-Borbujo a aseverar que, si alguien quiere seguir dudando de si Camus es filósofo, allá él, pero (y aquí cito casi textualmente) «de lo que podemos estar seguros es de que Alberto Herrera sí es un filósofo como la copa de un pino». 

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