El fin de semana pasado, como ya anunciamos, se celebraron en Leciñena, al norte de Zaragoza, las jornadas «Camus en Los Monegros». Fue un encuentro muy especial porque fue tan reivindicativo como instructivo, inspirador y reconciliador.
Resultó ser, por ejemplo, una excusa genial para conocer varios lugares del entorno: las charlas tuvieron lugar en la tarde-noche del viernes y del sábado en el Santuario de Magallón, una edificación imponente situada sobre una colina desde la que la vista domina la sierra de Alcubierre. La charla de apertura, a cargo de Carlota Canal, fue un viaje por toda la vida de Albert Camus ilustrado con un amplio álbum de fotos. La charla del sábado, a cargo de Hélène Rufat acompañada por Alberto Herrera, versó sobre la idea camusiana de artista, alguien que se compromete con la verdad tanto como con la belleza, donde ficción y ensayo tienen sus lugares propios que no han de confundirse ni desviarse de su objetivo: vivir ante los rostros y no claudicar bajo abstracciones.
Las noches del viernes y del sábado, tras compartir un tiempo informal (un tiempo valiosísimo que este tipo de encuentros genera fuera de toda planificación), se presentaron y comentaron posteriormente tres películas: «Loin des hommes», versión del cuento «L’hôte» (de nombre ambivalente en el francés original, ya que sirve tanto para «anfitrión» como para «huésped») que protagonizó Vigo Mortessen; «Lo straniero», versión de Visconti de la novela protagonizada por Meursault; y «De dioses y hombres» dirigida por Xavier Beauvois.
La última de las tres películas no guardaba una relación directa con la obra camusiana, pero sí, desde luego, con su contexto y con el contexto aragonés en el que nos encontrábamos. «De dioses y hombres» cuenta la historia de unos monjes cristianos y musulmanes que, en medio de la guerra civil de Argelia, debieron compartir vida en un monasterio en la década de los noventa del siglo pasado. Ese drama, basado en hechos reales, nos remite también a otro suceso que ocurrió cuarenta años antes. En el conflicto argelino-francés que comenzó en los años cincuenta, unos monjes eremitas cristianos huyeron de Argelia, y se asentaron en Farlete, un pueblo cercano a Leciñena. Allí siguieron practicando el eremitismo en unas cuevas cercanas a la ermita de San Caprasio, en el pico homónimo de la Sierra de Alcubierre. Así que, el sábado por la mañana, después de visitar las trincheras Orwell (y recobrar consciencia de cómo fue la guerra civil y cómo se vivirá en pocos años el centenario del golpe de Estado militar), visitamos esas cuevas excavadas y alejadas del mundanal ruido. Luego, aún con el viento, el vértigo y la arena del lugar muy presentes, nos entrevistamos con monjes Hermanos de Jesús, aún vivos, y nos contaron los motivos de la fundación de su grupo (seguidores de Charles de Foucauld), qué hacían en Argelia, cómo acabaron en esa zona de Los Monegros y cómo había sido su vida desde entonces.
Esto podría decir del paisaje. Del paisanaje he contado poco y podría escribir muchísimo más, pero puede que no sea oportuno excederse. Simplemente diré que las conversaciones fueron sorprendentes en muchos instantes: a veces daba la sensación de que nos desvelábamos secretos cuando sólo pretendíamos aportar algo que completara las historias que iban apareciendo.
Sin duda, ha sido una experiencia estimulante que, esperemos, y en ese sentido estamos ya trabajando, pueda continuarse.
Muchísimas gracias a Fernando y Carlota, a todos los asistentes y colaboradores.
Excelente crónica del encuentro de los amigos camusianos en un lugar tan propicio para reflexionar sobre la rebeldía, la belleza, la soledad y la solidaridad, y tantos otros asuntos presentes en la obra de Albert. Y, para los que no pudimos estar, una buena razón para no perdernos la próxima cita.